COMIENZOS


«Cuando vi las escaleras y las fachadas en ángulo del Convento de Santo Domingo, junto al cual se había decidido la construcción del Museo de Santiago, cuando subí a esas plataformas invadidas por la vegetación y contenidas por muros semiderruidos, o cuando entré en el cementerio y vi desde lo alto del encinar los tejados y las mil torres de Santiago, me sentí, en primer lugar, inhibido. Me mojé los zapatos, la ropa y el cuerpo. El agua corría desordenada por todos lados.

Me mostraron valiosos documentos y viejas fotografías. Un escultor arrancaba del granito figuras religiosas, como en la Edad Media. Encontrábamos y desenterrábamos canales de granito, restos de tubos carcomidos, cauces de agua y pozos y fuentes y escalones ocultos desde hace mucho tiempo, capiteles de algún convento desaparecido; encontrábamos el lugar donde colocar los cimientos y donde levantar paredes, donde cubrir, impermeabilizar y abrir vanos, dejando entrar la luz.»

Alvaro Siza (1993)

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